lunes, 1 de junio de 2015

HISTORIA DE LA ESTÉTICA Y COSMETOLOGIA

El Concepto de la Belleza en los Albores de la Humanidad.
La Prehistoria.
Los orígenes de la estética se remontan a la prehistoria. A través del arte y de los instrumentos de uso cotidiano que han llegado hasta nuestros días, podemos ver cómo ya entonces existía una preocupación por la belleza. La cualidad que se aprecia más en la mujer y que se toma como símbolo de ésta es la fertilidad. Las esculturas y grabados nos muestran figuras femeninas voluminosas, incluso deformes, que reflejan el interés de los prehistóricos por la fertilidad, tan necesaria para la continuidad biológica del grupo. Entre los hallazgos más antiguos que hacen alusión al incipiente interés femenino por la belleza, encontramos un grabado en las cercanías de Oslo, Noruega. Este grabado reproduce la figura de una mujer embadurnándose con grasa de reno, animal que está al lado de la figura femenina. También en Austria, la conocida Venus de Willendorf, y en la Costa Azul Francesa, la Venus de Grimaldi, se han hallado representaciones de mujeres simbolizándola preocupación de éstas por el cuidado de su belleza.  Los productos de que disponía la mujer prehistórica se limitaban, prácticamente, a la arcilla, tierras de distintos pigmentos colorantes o toscos productos elaborados a partir de grasas animales. El afeite más antiguo que se conoce estaba compuesto de sulfuro de antimonio.

La Biblia.
El carmín de los labios, el blanco para restar vivez a la cara, el rojo-naranja para las mejillas, eran productos extraídos de plantas y arbustos. Usaban antimonio para cambiar el color de los párpados en azul y verde, realzando así más las pestañas. Las dos reinas egipcias que más se significaron por su belleza y sus secretos de estética fueron Nefertiti y Cleopatra. De Nefertiti se recuerda aún su estilizada silueta, a pesar de haber tenido seis hijos, siendo ella quien extendió la moda del color verde para los párpados. El hermoso busto de esta reina, esposa del faraón Amenhotep IV se conserva en magnífico estado en un museo de Berlín. De Cleopatra se cuenta que fue la mujer que reunió más secretos sobre el cuidado de su belleza; sus mascarillas, su maquillaje y sus baños de leche pasaron a la historia.

Roma: Seguidores de las Tradiciones Estéticas Griegas.
La popularización del baño, llegó al extremo de edificar, en Roma, los conocidos baños de Caracalla, con capacidad para mil seiscientos bañistas, o los aún mayores baños termales de Diocleciano que podían acoger simultáneamente a tres mil bañistas. Sólo en el siglo IV había en Roma novecientos establecimientos de baños termales.El Renacimiento: Nuevo Resurgir de la Estética.
El Siglo XVIII.

 
La China tiene en cosmética, como en tantos otros aspectos, una tradición antiquísima. Sus cánones estéticos se basaban en una mujer delicadamente maquillada y con un cutis cuidado al máximo. El maquillaje consistía en finos polvos de color rosado, rojo o anaranjado y los ojos se subrayaban con bastoncillos untados en tinta china. La piel se trataba con cremas elaboradas con pulpas de frutas, aceites de té o grasas animales. Los perfumes provenían de flores – jazmín, almizcle, camelias – o de maderas aromáticas como el pachulí. La poesía y el arte chino en general han reflejado profusamente esta delicada atención de las mujeres chinas a la estética.
El país del “Sol Naciente” recogió muchas influencias de la belleza y la cosmética china. El cuidado del cuerpo está íntimamente ligado en Japón a la vida religiosa, por lo que los hombres y mujeres de este país han tenido siempre en aprecio el mundo de la estética. Aceites, pigmentos y polvos de alazor son algunos de los productos que estas mujeres usaban para su belleza. La tinta china embellecía también sus ojos. El cabello era tratado con el máximo de atenciones puesto que, tener el pelo negro, brillante y voluminoso era símbolo de gran belleza. La pintura japonesa de todos los siglos ha dejado patente muestra de los mimos que dedicaban sus mujeres a la belleza del cuerpo y del cutis.
http://www.miradaglobal.com/imagenes/japan1.jpg El Siglo XX a lo Actual: La Estética Integral.



Será en la Biblia donde encontraremos las primeras referencias de la belleza en la antigüedad.  El texto recoge acontecimientos en los que el papel de la estética es significativo, por ejemplo el caso de la reina de Israel, Jezabel, quien “adornó su cutis con afeites para seducir a Jehú y para hablarle con mayores poderes de seducción”, o cómo esta misma reina adornaba su rostro con “schrouda”, como aún hoy en día hacen las mujeres tunecinas. Otro ejemplo narrado en la Biblia es el de Ester, reina de Babilonia, quien embellecía con afeites sus maravillosos ojos, hasta el punto de ser considerada la mujer con los ojos más bellos que nunca existió.


Mesopotamia
Cuna de la actual civilización occidental, 5000 años antes de Cristo, entre los ríos Tigris y Eufrates, habitaba el pueblo sumerio. Sus tres ciudades más importantes eran Ur, Uruk y Lagash.
Entre las tablillas de arcilla que los sumerios utilizaban para escribir y gracias a las cuales conocemos hoy su cultura y su costumbres, se han encontrado muchas recetas para la elaboración de ungüentos y perfumes y otras que hacen referencia a productos utilizados en sus composiciones. La arqueología es otra fuente importante para el conocimiento del pasado y por tanto una gran ayuda
Para conocer y estudiar la perfumería en el mundo antiguo. Gracias a ella sabemos que la reina Schubab de Sumer que vivió por los años 3.500 a.C. usaba cosméticos, porqué en su tumba se encontraron una cucharilla y un pequeño pote, trabajados con filigrana de oro, donde se guardaba pintura para los labios. En la literatura sumeria, en sus relatos, himnos y epopeyas, en especial la de Gilgamesh se encuentra muchas citas que hacen referencia a la perfumería y a la cosmética.

Egipto: Una Belleza Sofisticada.
De todo es conocida la mítica belleza de las reinas del antiguo Egipto y cómo los egipcios embalsamaban a sus faraones.  Estos Dos factores impulsaron un gran culto a la belleza y a la cosmética, principalmente en las cortes faraónicas. Los ritos funerarios se caracterizaban no sólo por embalsamar los cuerpos de los difuntos, sino también por depositar junto a ellos toda clase de objetos, alimentos y materiales preciosos para que en la vida futura disfrutasen de los bienes terrenales. Entre estos objetos se encontraban peines de marfil, cremas, negro para los ojos, polvo, etc., dentro de pequeños recipientes en los que estaban grabadas las instrucciones para su uso. El refinamiento de los cuidados estéticos era enorme. Fórmulas secretas embellecían a las reinas de Egipto que, con mucha rapidez, eran imitadas por sus cortesanas. Los peinados, las pelucas, los baños de leche, las estilizadas siluetas, todo formaba parte de una cultura en la que lo espiritual, el arte, la religión y la ciencia tenían una importancia fundamental.

Especial atención merecían el cabello, la piel y los ojos. El cabello se teñía con henna, consiguiendo mil matices encarnados o bien se rasuraba completamente para facilitar los continuos cambios de pelucas, sumamente sofisticadas. Con ungüentos, afeites y baños perfumados o de leche cuidaban de mantener una piel tersa y extremadamente suave. Los ojos se remarcaban en negro, engrandeciendo y suavizando su forma natural.


Fenicios y cartagineses

Los fenicios, cananeos de raza y semitas de lengua, se establecieron hace 7000 años, en una débil franja de tierra entre el mar y los montes del Líbano. Era gente hábil, inteligente y laboriosa, que se enriquecieron con el comercio de dos productos que tenían a pié de obra: la púrpura para teñir la tela, que extraían del murex, un caracol de mar, y la madera de los cedros de las montañas del
Líbano.. Fueron grandes navegantes y mejores comerciantes. Vivieron en ciudades-estado, prósperas e independientes y fueron grandes amantes de los perfumes. Con estos antecedentes y con una gran flota de naves ligeras, de proa estilizada, eran temibles en el mar y estaban preparados para abrir factorías en todo el mediterráneo que con el tiempo, se convertirían en ciudades.

Compraban metales de toda clase, nobles y útiles, y vendían madera de cedros a los egipcios y artículos manufacturados a los habitantes de las islas griegas hasta las costas del sur de Italia y España. No tenemos demasiadas noticias de los productos aromáticos que usaron, pero si que tenemos, y muchas, de la enorme cantidad de frascos para perfumes que manufacturaron. En todos los periplos que hicieron en todas las factorías donde se establecieron y sobretodo en todas las ciudades que fundaron, en particular Cartago, pero también, Chipre, Creta, Málaga, Cádiz y e Ibiza y tantas otras, encontramos los restos de su paso o de su estancia. En relación con la perfumería, podríamos decir que, aparte de los frascos de vidrio o de pasta vítrea, que cambiaron o vendieron, y que encontramos en todos los museos arqueológicos del mediterráneo, fueron los suministradores de esencias para los habitantes de sus colonias. Sin pecar de exagerados, nos atrevemos a decir que los fenicios se convirtieron en los primeros distribuidores de perfumes de la cuenca meditarrénea. balsamario púnico S.II adc espátula etrusca,pinzas depilar, botella púnica S.VI adc
Cuando Tiro, la última ciudad de los fenicios, cayó en manos de Alejandro, después de mas de 6000 años de estancia, todos los vencidos que pudieron, huyeron a Cartago que era ya una gran metrópolis de raíces fenicias. Los cartagineses continuaron las costumbres de su origen y, entre ellas, el uso de los perfumes, pero sin que se distinguieran en abusar de ellos. Los cartagineses se
convertirían en un pueblo de conquistadores, y después de 118 años de guerras con los romanos, Cartago acabaría en una ciudad tan romanizada como la misma Roma.

Grecia: El Culto a la Belleza.
Grecia fue la civilización de la belleza. Ha sido tal su influencia en las culturas occidentales posteriores que su cultura y su arte han configurado el llamado ideal clásico de belleza. Eran, en contraste con los egipcios, todos los estamentos sociales los que compartían esta inquietud por la estética. Hasta tal extremo llevaron este gusto por la belleza que, en uno de sus libros, Apolonio de Herófila explica que “en Atenas no había mujeres viejas ni feas”. De hecho, fueron los griegos que difundieron por Europa gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética, así como el culto al cuerpo y los baños; en resumen el concepto de la estética. La mayor atención la presentaban al cuidado del cuerpo. Los cánones de belleza griega no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos. Era necesario cultivar el cuerpo para conseguir la perfección estética que consistía en , además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y los hombros proporcionados. En los baños era donde este amor por el cuidado del cuerpo tenía lugar. Precedían al baño diversos ejercicios físicos que preparaban el cuerpo para recibir el baño, habitualmente realizado con agua fría. También los masajes tenían un papel importante ya que, junto con el baño y los ejercicios gimnásticos, lograban que en el cuerpo no hubiera rastro alguno de grasa y que se mantuvieran la figura grácil y la piel tersa. La cosmética en Grecia, vivió un momento esplendoroso, sobre todo los aceites. Éstos se extraían de flores y se empleaban además de en estética, en los actos religiosos, deportivos y en la vida diaria.
Los aceites perfumados se aplicaban después de los baños o de los masajes y se elaboraban de muchas flores distintas, de rosas, de jazmines, tomillo, etc., y su fabricación se concentraba en Chipre, Corinto y Rodas. El cabello se cuidaba con esmero y se elaboraban tintes también con extractos naturales. El maquillaje de las mujeres de Atenas se basaba en el color negro y azul para los ojos; coloreaban sus mejillas con carmín y los labios y las uñas se pintaban de único tono. Se consideraba que el color de la piel de la cara debía ser pálido, ya que era reflejo inequívoco de pasión. Pero no únicamente las mujeres y los hombres griegos tenían esta inquietud por la estética. Sus dioses buscaban también el ideal de la belleza. La figura de la diosa Afrodita de Cridona nos ha llegado reproducida en el momento en el que está desnudándose para entrar en el baño.

En el imperio romano la estética constituyó una auténtica obsesión. Hombres y mujeres atesoraban fórmulas de cosméticos, se maquillaban, peinaban y depilaban por igual. Baños y masajes, vestidos y peinados o el cuidado del cuerpo no eran exclusivos del sexo femenino, sino que todos los romanos querían embellecerse y cuidarse. Pero, contrariamente a Grecia, no existía un único ideal de belleza, ya que las sucesivas conquistas del Imperio romano recogieron influencias dispares de los pueblos dominados. Un ejemplo de ello lo constituye la “locura” de las romanas por ser rubias. Sucedió a la vuelta de la conquista por Julio César de los territorios germánicos.  Las esclavas que con él trajo sorprendieron por el color de su cabello y de su cutis. Con gran velocidad circularon por Roma fórmulas y ungüentos para cambiar el color, generalmente moreno, de la piel y el cabello de las romanas.
En Egipto y en Grecia se inició la costumbre de tener esclavas dedicadas exclusivamente al cultivo de la belleza de sus amas. Esta costumbre se acentuó en la época romana y las esclavas se especializaron en temas concretos: baños, maquillaje, tocados, etc. Sobresalen las romanas por el especial cuidado que dedicaban a los tocados. Sofisticados y barrocos hasta lo increíble, se hacían con materiales considerados preciosos. Perlas, telas, flores, mallas bordadas, eran manipuladas hasta conseguir el tocado más refinado.



Edad Media: El Decaimiento de la Estética.
La mujer de la Edad Media soportó las consecuencias de una época caracterizada por la austeridad, las frecuentes guerras y las grandes epidemias. El cuidado de la belleza resurge, sin embargo, en los siglos XI al XIII al organizarse en Occidente las Cruzadas para recuperar los llamados “Santos Lugares”, entonces en manos de los musulmanes.
Estas guerras originaron contacto e intercambios con otras culturas y consecuentemente se introdujeron nuevas técnicas sobre afeites y cosmética que suplieron las ya existentes en Europa. La nobleza, en este periodo, se recluye en sus castillos. Son los vendedores ambulantes de bálsamos, artículos de tocador e hierbas medicinales, que van de castillo en castillo vendiendo sus productos, quienes conservarán y renovarán los secretos de la cosmética. Éstos se guardan en la “muñeca para adornarse”, nombre que se le daba al tocador. El tocador medieval era un hermoso y complicado mueble, lleno de cajones y espejos que, al estar cerrados, daban al tocador la apariencia de un escritorio. Durante los primeros siglos de la Edad Media los nobles no descuidaban la higiene personal. En las ciudades, los baños públicos eran visitados con frecuencias por éstos, mientras que en los castillos las damas se bañaban en agua fría perfumada con hierbas aromáticas. Pero a medida que la Edad Media avanza, estas costumbres se van olvidando. Los perfumes de fuerte olor sustituirán poco a poco a la más mínima higiene corporal.

A la Edad Media le sucede el Renacimiento, época en la que los valores estéticos toman un nuevo impulso, olvidados desde Grecia y Roma. La sensibilidad por el arte, la filosofía y la cultura en general, adquieren en el Renacimiento una importancia clave. Es el momento del florecimiento del arte italiano, de los mecenas, de la concepción filosófica del hombre como “hombre-total”, sin especializaciones. La estética, en todos los campos creativos, llega a cotas refinadísimas. La belleza lo abarcará todo y por tanto la estética femenina formará también parte de esta armonía que envuelve la vida de la Italia renacentista. Este país se convertirá en el centro europeo de la elegancia. Las nuevas propuestas de la moda, la belleza y la estética salen de Italia para influir en las cortes de Europa.
En el siglo XVI los monjes de Santa María Novella, en Florencia, crean el primer gran laboratorio de productos cosméticos y medicinales. El ideal de belleza de mujeres nobles italianas consistía en tener un cuerpo de formas muy curvadas, la frente alta y despejada, sin apenas cejas y la piel blanquecina. Tener el pelo rubio era sinónimo de buen gusto y para conseguirlo mezclaban los extractos más inverosímiles. Los primeros tratados de belleza y cosmética aparecieron en Francia e Italia durante estos siglos. En 1573, en Paris, sale el libro “Instrucciones para las Damas Jóvenes” y en Italia el libro de Catalina de Sforza “Experimentos”. En este libro encontramos toda clase de recetas cosméticas y perfumería, escritos sobre maquillaje, para corregir defectos del cuerpo e incluso reconciliar matrimonios.
En el siglo XVI Catalina de Médicis, interesada por todo lo referente a la estética, dedico gran parte de su tiempo al estudio de ungüentos y combinaciones de cremas. Más tarde, al convertirse en reina de Francia, llevo consigo a los mejores especialistas en perfumes de Florencia, quienes se impusieron en el arte de la perfumería. Fue precisamente una de sus más íntimas amigas quien instaló en Paris el primer Instituto de Belleza. A pesar de los cambios producidos, todavía la higiene personal dejaba mucho que desear. Las memorias personales de los nobles de la época relatan cómo la reina Margarita de Valois le resultaba dificilísimo peinarse por lo enredado que tenía el cabello a falta de hacerlo más a menudo; o cómo se lavaba las manos una vez por semana.

Con la llegada de Catalina de Médicis a la capital francesa, el centro europeo de la moda y de la estética será hasta nuestros días Paris. Desde finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII las mujeres parisinas tendrán la “fiebre del colorete”. Todas parecían cortadas por el mismo patrón: labios en forma de minúsculo corazón, extravagantes y empolvadas pelucas, mejillas enrojecidas con gran profusión de colorete, polvos esparcidos por el cuello y los hombros, con lunares coquetamente repartidos por la cara y la espalda.
Los productos de la belleza dejan de ser elaborados artesanalmente para compararse en los lujosos establecimientos del Faubourg Saint Honoré y los peluqueros sustituirán a las sirvientas de la corte componiendo excéntricas pelucas. La época dorada de la cosmética se inicia en este siglo con las más sofisticadas cremas, esencias y aguas. Los polvos se usaban con generosidad; para las pelucas, harina de trigo y para la cara, harina de arroz. La higiene personal va poco a poco retomando importancia. No obstante, los perfumes continúan siendo imprescindibles para disimular los malos olores. Resultaba excepcional el caso de Madame Du Barry, que llamaba la atención en la corte por ducharse a diario con agua fría. Pero todo cambió con la revolución Francesa. Los excesos estéticos de la nobleza desaparecieron con ella y no fue sino hasta la llegada de Napoleón al poder, y gracias a su esposa la emperatriz Josefina, que los cuidados de belleza renacieron en Francia. En Josefina se aúnan su animado carácter criollo con una gran tendencia a la obesidad. Esta tendencia la obligaba a tener que seguir continuos regímenes de adelgazamiento y a sucesivos tratamientos estéticos para el cuerpo y el cutis.
Llega después el Romanticismo y con él la languidez, los aires desvalidos, los talles ceñidos y las minúsculas cinturas. Las pelucas desaparecen temporalmente para dar paso a bucles realizados en las peluquerías parisienses. Es en este momento de refinada feminidad que surge una nueva mujer. Una mujer que osa vestirse como un hombre, que fuma cigarrillos puros y que hace las mismas cosas que un hombre; es el tiempo de George Sand. Pero no será más que una moda pasajera, como un aviso de lo que en el siguiente siglo, el nuestro, sucederá. Retornan la palidez, los polvos emblanqueciendo el rostro y los hombros, los cuerpos pequeños y las faldas de gran tamaño. Pero esta moda de la piel de porcelana se contradice con el estilo de vida de las mujeres de la alta sociedad. Las copiosas comidas dejarán señales inequívocas de una mala alimentación; piel que se quiere blanca hasta lo increíble pero que se maltrata a diario. Las cremas no serán remedio suficiente pero se redescubre un remedio antiquísimo: los balnearios. El mar, fuente de salud según los médicos de la época, era también lugar de obligada visita.

Siglo XIX

Esta tendencia higienista se confirmó en el siglo XIX con la aparición de tratados de urbanidad y de higiene que alaban las virtudes del baño: beneficioso para la salud y para la piel. En efecto, la higiene era, en esta sociedad fuertemente influenciada por la burguesía creciente, el símbolo de la pureza del alma y de la virtud.
Uno de los primeros establecimientos de belleza que surtió a las parisinas lo abrió, en 1828, Pierre Guerlain, fundador de la famosa casa de cosmética. Entre las numerosas mezclas que creó para la corte francesa se incluyen perfumes con nombres tan patrióticos como Bouquet Napoleon, Parfum de France y Eau Imperial (que se sigue fabricando hoy).
En los inicios del siglo XIX, surge el primer intento de eliminar las arrugas a base de un invento mortificador al que llamaban el "esmaltado de la cara" que consistía en lavar primero la cara con un líquido alcalino, después se extendía una pasta para rellenar  las arrugas y encima se colocaba una capa de esmalte hecha con arsénico y plomo, la cual duraba aproximadamente un año. Si la
máscara era muy gruesa se agrietaba al menor movimiento y desde luego, era de lo más insano e incómodo de llevar.
Uno de los libros más populares fue The Art of Beauty, obra anónima de 1825, cuyo autor fue probablemente un médico. El libro detalla múltiples recetas, entre ellas un fortalecedor capilar elaborado con dos puñados de raíz de cáñamo, dos de raíz de vid y dos tronchos de col. Para la higiene dental —¡por fin!— describía cómo fabricar un cepillo con raíces frescas de malvavisco. La pasta dentífrica era una mezcla de jugo de limón, oporto y agua de colonia. Entre los consejos menos prácticos para las señoras,
descritos en The Art of Beauty, está la recomendación de engordar para hacer desaparecer las arrugas, la aplicación de menta en polvo para reducir senos prominentes y utilizar extracto de belladona para aumentar el tamaño de las pupilas.
Con la llegada al trono de la reina Victoria, se extendió por todo el país el fervor por el baño pero la reina Victoria declaró el maquillaje públicamente descortés. Se veía como algo vulgar que solo usaban los actores y las prostitutas..Al aire libre se protegía  siempre el cutis con velos verdes (decían que el color blanco atraía los rayos del sol) y sombreros de alas anchas.

El jabón estaba más al alcance de aquellos que se lo podían permitir, aún cuando no fue hasta mediados de siglo que se construyeron baños en el interior de las viviendas. Hasta entonces los baños se realizaban en una bañera de hojalata delante de la chimenea del salón. En este momento, ya el jabón se vendía en largas barras sin marcas que se cortaban en el mostrador de la tienda.
El primer jabón comercializado lo fabricó en 1884 un tendero de Lancashire llamado William Hesketh Lever. Tuvo la brillante idea de fabricar pastillas de jabón ya cortadas y las estampó con la marca Sunlight.
A finales de la época victoriana se adoptó una actitud más relajada en relación con el maquillaje y publicaciones como Vogue y The Queen comenzaron a dar apoyo a la naciente industria cosmética. Apareció un reportaje que relataba que la actriz
Sarah Bernhardt añadía 200 g de flores de malvavisco y 1,5 Kg de salvado a su baño diario. También se apoyó el Eliminador de arrugas Bernhardt: una crema de pasta de aluminio, leche de almendras y agua de rosas.
La época de mediados del s. XIX, supone el inicio del maquillaje moderno, en estas fechas aparece por primera vez el rojo de labios, concretamente en el año 1880, que consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abeja, raíces de un colorante natural (orcaneta) y racimos de uvas negras sin pulpa que colorea sin producir efectos secundarios.
Al otro lado del Canal de la Mancha, Helena Rubinstein había abandonado su Polonia natal y abrió un salón en París donde se vendía una crema hidratante llamada Creme Valaze. Helena era la mayor de ocho hermanas famosas por la belleza de su cutis, y su crema para la piel —elaborada por dos químicos polacos— se convirtió en la piedra angular de lo que sería su imperio de la cosmética. Otro contemporáneo parisino de la Rubinstein fue M. Coty, un perfumista que tuvo que luchar para que sus perfumes fueran aceptados en París. Su suerte comenzó prácticamente en 1903 cuando intentó sin éxito de hacerse de una gran tienda para comercializar su perfume. El director del establecimiento no quiso ni abrir la botella, pero al salir M. Coty, seguramente contrariado, rompió el recipiente contra el suelo, a los clientes les gustó lo que olieron y ahí mismo empezó su negocio. En América también surgieron empresas dedicadas a la cosmética y uno de los primeros en establecerse fue Charles Meyer, en 1860.
Meyer, un fabricante de pelucas alemán, puso una pequeña tienda en Broadway, donde vendía el maquillaje teatral Leichner: el primero elaborado en los Estados Unidos. Debido a la composición de este maquillaje se necesitaba algo para quitarlo y para ello se utilizaba el Extracto Pond’s, distribuido en primer lugar por Theron T. Pond en 1846 y que más tarde se convertiría en la célebre crema para el cutis Pond’s o crema de día. Con el cambio de siglo se descubrió que el óxido de cinc servía para elaborar polvos faciales, que no dañaban la piel, y en Hollywood, otro fabricante de pelucas inmigrante, Max Factor, se iba haciendo un
nombre en el diseño de maquillajes para las estrellas del cine mudo. Las primeras películas eran muy rudimentarias y en blanco y negro. Las estrellas del cine mudo tenían que pintarse la cara de azul y marrón, para que sus rasgos durante la actuación se distinguieran claramente. El maquillaje pancromático de Max Factor llegó a ser tan importante para los artistas de la época que ganó un Premio de la Academia en 1928. Con el avance de la industria del cine, Max Factor se benefició con la demanda de pinturas de colores y maquillajes de fondo para las películas en color.

Oriente: La delicada Fantasía Estética.
La India.
Este extenso y complejo país es muy rico en materias primas para la estética. Los productos de belleza se han usado en la India desde tiempo inmemorial en ritos religiosos y en la vida diaria, sin que hayan experimentado evolución de importancia.  Las flores, el kohol y los polvos de azafrán se usan cotidianamente y aún hoy en días los niños de este país pintan sus ojos con kohol por sus poderes desinfectantes. En uno de los libros más antiguos sobre medicina en el mundo, el “Susruta”, se explican cuidados de belleza con aceites perfumados, entre otras muchas recetas de extractos vegetales dedicadas a la estética.
China.
Japón.

En estos dos siglos, los acontecimientos históricos de una parte y la evolución de la ciencia de la otra, han marcado los sucesivos cambios estéticos de la mujer. Fue tan sólo a principios del siglo XX cuando las mujeres llevaban anchos y largos vestidos y, sin embargo..., ¡nos parece tan lejano! De la palidez que las damas querían conseguir a toda costa al bronceado permanente, que con igual obsesión se desea hoy en día, han pasado poco más de cuarenta años. Décadas de esplendor se han sucedido rápidamente por épocas de crisis, de grandes guerras. Los cambios sociales han sido apresurados y con ellos la moda y la Estética, que se han amoldado a cada nuevo periodo. Lo que antes se mantenía durante décadas dura actualmente unos pocos años. A la eterna necesidad de belleza en el mundo femenino se han unido la ciencia y un nuevo sistema de vida en el que es imposible separar la actividad diaria del aspecto personal. Las mujeres de hoy en día tienen ante ellas un mundo que nunca antes se hubiera podido sospechar por el alto grado de conocimientos científicos han ayudado, y ayudarán enormemente, a mejorar el trabajo de la esteticista. De una parte, al conocer más profundamente los orígenes y las causas de muchos problemas del organismo, es más fácil poder aplicar tratamientos que los solucionen. Además, los conocimientos técnicos son, hoy por hoy, imprescindibles en los Institutos de Belleza, puesto que resultan fundamentales para la aplicación de todo tipo de tratamientos.
La inmensa mayoría de los tratamientos efectuados en un Instituto de Belleza requieren la estrecha colaboración de la esteticista con los procedimientos científicos. Desde la limpieza de cutis con vapores de ozono o aplicaciones de rayos ultravioleta, la incorporación del rayo láser para muchos tratamientos, o los tratamientos anticelulíticos con alta tecnología, vemos cómo en la Estética actual y prácticamente en todos los terrenos se hace imprescindible la aplicación de técnicas científicas de primer orden.
En el Siglo XX, los acontecimientos históricos, de una parte, y la evolución científica, de la otra, han marcado los sucesivos cambios estéticos en la mujer y en el hombre.

El mercado de los cosméticos pasa a abarcar todo el planeta y la tecnología cada vez más competitiva hace que surjan productos seguros y de calidad. Nacen las esencias sintéticas y los primeros aldehídos aromáticos (heliotropina, iononas,
vainillina) pero también empiezan a aparecer las alergias a componentes sintéticos, prácticamente desconocidas hasta entonces.
El tipo de vida moderno, el aseo personal diario y las relaciones humanas tienen una importancia que antes no tenía. una de las esferas más reveladoras del proceso de civilización fue la obsesión por suprimir los olores corporales asociados a la animalidad. Lejos quedaron los tiempos en que un amante como Napoleón podía escribirle a Josefina: ʺEstaré allí en tres días, por favor no te laves.....ʺ.

La Organización del comercio y la industria de los perfumes. Nacen los primeros productos de síntesis. El hombre empieza a utilizar “eau de toilette” y posteriormente los perfumes; inicialmente sólo usa la lavanda y el vetiver como fragancia.
Lo que antes se mantenía durante décadas, dura actualmente unos pocos años. Entre la competencia se encontraba Elizabeth Arden, quien había desarrollado una gama de maquillaje y otros productos cosméticos basados en ingredientes naturales.

Elizabeth Arden nació en Canadá con otro nombre y su vida se había desarrollado como enfermera, pero impresionada por el arreglo personal de las mujeres americanas que conoció, se inclinó posteriormente por el mundo de la belleza. Cuando abrió su propio salón en la Quinta Avenida de Nueva York, buscó un nombre más apropiado y se inspiró en un poema de Tennyson: Enoch Arden. Un éxito que también ha durado es el de Esteé Lauder. Comenzó su negocio en 1946 vendiendo sólo cuatro productos para el cuidado de la piel en los grandes almacenes Saks de la Quinta Avenida de Nueva York. A partir de este modesto inicio estableció la empresa cosmética hoy célebre en todo el mundo.
En Gran Bretaña, el racionamiento riguroso de los tiempos de guerra impedía dejar espacio para los maquillajes o los preparados cosméticos. En esos tiempos un comprador muy importante del Pan Cake fue el Ministerio de Defensa, que ordenó se hiciera una fórmula especial para oscurecer los rostros de los comandos en las incursiones nocturnas.

Después de la guerra, los avances en nuevos cosméticos siguieron un buen ritmo, y a lo largo de los años cincuenta y sesenta, el maquillaje y la cosmética en general se fueron alejando de la madre naturaleza para adentrarse cada vez más en el campo de la tecnología. A mitad S.XX Se extiende a Europa el movimiento Hippy. La juventud descubre la India, sus gurús, sus sectas y sus olores: se perfuma con sándalo, con almizcle, con pachulí y queman palitos de incienso.
En Japón, las Geishas usaban lápices labiales hechos a partir de pétalos aplastados de cártamo para pintarse las cejas y las comisuras de los ojos al igual que los labios. Barras de cera bintsuke, una versión más suave de la cera depilatoria de los luchadores de sumo, se usó por las geishas como base de maquillaje. Pasta blanca y polvos coloreaban el rostro y la espalda; el ojo se delineaba con rouge y definía la nariz. Los dientes se coloreaban con pintura negra para la ceremonia cuando las maiko (aprendices de geishas) se graduaban y se volvían independientes.
Nace el prêt-à-porter de lujo, con Yves Saint-Laurent, Daniel Hechter, Paco Rabanne, Cacharel....

Aparece Anais-Anais como primer perfume para usar madre e hija y a final de siglo XX aparece la fragancia unisex de Calvin Klein.
Aparecen tratamientos estéticos muy sofisticados, los costes se abaratan al fabricarse a nivel industrial, la obsesión por el culto a cuerpo alcanza niveles nunca vistos en la historia del hombre (y de la mujer). Posteriormente se inventaron nuevos sistemas transmisores para llevar ingredientes complejos a la piel con el objetivo de que llegaran a las células cutáneas envejecidas. Se desarrollaron los microscópicos liposomas para que se filtraran a través de la piel donde, en teoría, descargarían sus ingredientes activos en cada célula. Irónicamente, ha sido la investigación de los ingredientes más modernos y efectivos lo que ha llevado a muchos científicos dedicados a la cosmética a volver a la naturaleza. La publicidad se ha encargado de ensalzar las virtudes de los cosméticos actuales. Con fotografías de rostros bellísimos de un puñado de supermodelos o grandes estrellas de cine, perfeccionados por luces y maquillajes, se han establecido patrones que se supone debe seguir la inmensa mayoría de la
humanidad. Es cierto que donde hay dinero siempre aparece alguien sin escrúpulos para ganarlo fácil.

En los últimos años la cruzada odorófoba ha urdido una nueva repugnancia. Así como el racismo ha sido regado por el argumento de que "los negros tienen un olor característico", la firma japonesa de cosméticos Shiseido acaba de lanzar una gama de productos desodorantes (shampoo, loción corporal, pañuelos de papel y desodorantes de ambiente) que aspiran a borrar aquello que definen como "el olor característico de las personas de la tercera edad". Después del mal aliento, sostienen, éste es el olor más difícil de soportar. En una cultura como la japonesa, en la que tradicionalmente los ancianos eran las personas más respetadas por
su experiencia y su sabiduría, el desodorante de Shiseido pretende borrar toda huella del paso del tiempo y suprimir la vejez como si se tratara de una berruga, de una irregularidad indigna de la vida humana.

En el S.XXI el prototipo de mujer es : bronceado y maquillaje permanente. El hombre, bien afeitado, piel hidratada, bronceado, a veces depilado (cejas, piernas, pecho). Resurgen los tatuajes y las micropigmentaciones; se utilizan los llamados
maquillajes permanentes (tatuajes alrededor de ojos y bocas para resaltarlos o delinearlos) que tienen como inconveniente, además de las molestias dolorosas de aplicárselos, lo irreversible del método.

Aparecen cosméticos ecológicos que utilizan productos totalmente naturales, sin contaminantes sintéticos y sin realizar ensayos con animales.Las prácticas con animales han recibido el rechazo entre sus defensores, y en la actualidad varias de las grandes casas productoras de cosméticos señalan en sus etiquetas que no hacen pruebas de laboratorio con ellos.

El colágeno ya no se unta sino se inyecta. La silicona rellena los lugares del cuerpo menos agraciados por la naturaleza o para hacerlos más llamativos, e incluso productos venenosos son utilizados para “borrar” las marcas y pliegues que la vida va dejando en el rostro.
La cirugía reconstructiva y la liposucción forman parte hoy de los nuevos métodos de embellecimiento que van más allá del maquillaje. Existen clínicas especializadas en estos menesteres, pero se han dado casos de fraude con falsos cirujanos o métodos incorrectos que provocaron daños irreversibles en muchos rostros o cuerpos.
Es el mejor momento para combinar los conocimientos que han acumulado médicos, herbolarios y especialistas en belleza durante los últimos siglos con las técnicas más modernas para conseguir los más efectivos preparados de belleza naturales. Mirar hacia la naturaleza es lo que está haciendo la ciencia, para encontrar y descifrar lo que siempre estuvo allí. Ese es el camino del siglo XXI.


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